lunes, 18 de julio de 2011

-Oye Sally-le dije.
-¿Qué?
(...)
-¿Te has hartado alguna vez de todo?-le dije-. ¿Has pensado alguna vez que a menos que hicieras algo en seguida el mundo se te venía encima? ¿Te gusta el colegio?
-Es un aburrimiento mortal.
-Lo que quiero decir es si lo odias de verdad-le dije-. Pero no es sólo el colegio. Es todo. Odio vivir en Nueva York, odio los taxis y los autobuses de Madison Avenue, con esos conductores que siempre te están gritando que te bajes por la puerta de atrás, y odio que me presenten a tíos que dicen que los Lunt son unos ángeles, y odio subir y bajar siempre en ascensor, y odio a los tipos que me arreglan los pantalones en Brooks, y que la gente no pare de decir...
(...)
-Oye, oye-dijo Sally-, hay algunos que ven más que eso en el colegio...
-De acuerdo. Habrá algunos que sí. Pero yo no ¿comprendes? Eso es precisamente lo que quiero decir. Que yo nunca saco nada en limpio de ninguna parte. La verdad es que estoy en baja forma. En muy baja forma.
-Se te nota.
De pronto se me ocurrió una idea.
- Oye-le dije-. ¿Qué te parece si nos fuéramos de aquí? Te diré lo que se me ha ocurrido. Tengo un amigo en Greenwich Village que nos prestaría un coche un par de semanas. Íbamos al mismo colegio y todavía me debe diez dólares. Mañana por la mañana podríamos ir a Massachusetts, y a Vermont, y todos esos sitios de por ahí. Es precioso, ya verás. De verdad.
(...)
-Tengo unos ciento ochenta dólares -le dije-. Puedo sacarlos del banco mañana en cuanto abran y luego ir a buscar el coche de ese tío. De verdad. Viviremos en cabañas y sitios así hasta que se nos acabe el dinero. Luego buscaré trabajo en alguna parte y viviremos cerca de un río. Nos casaremos y en el invierno yo cortaré la leña y todo eso. Ya verás. Lo pasaremos formidable. ¿Qué dices? Vamos, ¿qué dices? ¿Te vienes conmigo? ¡Por favor!
-No se puede hacer una cosa así sin pensarlo primero-dijo Sally. Parecía enfadadísima.
-¿Por qué no? A ver. Dime, ¿por qué no?
(...)
-No es eso. Te equivocas de medio a medio. -dijo Sally. Empezaba a odiarla vagamente-. Ya tendremos tiempo de hacer cosas así cuando salgas de la universidad si nos casamos y todo eso. Hay miles de sitios maravillosos adonde podemos ir. Estás...
(...)
-He dicho que no, que no habrá sitios maravillosos donde podamos ir una vez que salgamos de la universidad. Y a ver si me oyes. Entonces todo será distinto. Tendremos que bajar en el ascensor rodeados de maletas y de trastos, tendremos que telefonear a medio mundo para despedirnos, y mandarles postales desde cada hotel donde estemos. (...)

El guardián entre el centeno-J.D. Salinger.

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